miércoles, 20 de junio de 2007

Una cita para construir (última parte)

Ese domingo transcurrió en silencio. Incluso el semestre comenzó sin mayores eventos. Más bien los habituales: exposiciones, bienales, colectivas, foros, películas , visitas de personalidades del arte y demás actividades propias de la Academia de Arte. Luisana tomó solo una materia práctica y las tres teóricas que le quedaban del ultimo año antes de fajarse con la tesis. Sentía que había superado la ansiedad de ver a su profe y por que no amigo a cada instante. Ella se mostraba inherte como al principio. Gustavo no había ido a dar sus clases magistrales de Ciencia de los Materiales,pero aún así nadie se extrañaba. Todos decían que cuando él desaparecía era que estaba en una cura de sueño producto de sus ataques anuales de depresión, en donde eventualmente le proporcionaban electroshock.
Su habitación estaba despejada de libros, había tomado su balcón para usarlo de taller. Un mínimo espacio en donde podía ver El Ávila en su esplendor, un milagroso espacio que sus padres le habían dejado cuando decidieron irse para siempre a vivir a España como una última luna de miel. Llegó como siempre directo a bañarse luego de fumarse un cigarrilo en el puf favorito del balcón.
No pasaron dos minutos y sonó le teléfono

- Allan-pensó-Ojalá no diga que se viene, aún quisiera descansar- levantó el teléfono surrealista de la boca de Dalí - Aló
- Apareciendo de las profundidades oscuras de la demencia fortuita y escabrosa.
- Profesor
- No he olvidado el trabajo que nos queda en el taller, espero no haberte hecho esperar.
- Aún tengo el sabor del café amargo de aquel día en que por idiota no acepté la cola hasta mi casa.
- Yo aún tengo el holograma de tu vestido de flores en mi asiento contiguo. Se escapó ese día que no quisiste venir conmigo.
Ella exclamó una risotada, nerviosa y pícara seguida de un suspiro silencioso.
- Estoy cerca de tu casa, quieres redescubrir el sabor de café en tu boca?
- Yo daría algo con más picor.. bajo enseguida.

Luisana que había salido del baño, se vistió muy sencilla se dejó el cabello mojado tomó su bolso y bajó al encuentro de su profesor. Esperó unos minutos y le llegó un mensaje al celular: "Estoy llegando a la calle frente a tu casa ve bajando" Pocos segundos ya pasaba en su carro frente al edificio.

- Hola- le dijo ella-
- Sube
- No, bájate y veamos una cosa antes de que sea demasiado tarde.
- No se si deba Luisana
- Bájate. Subimos a mi casa, en cuanto desaparezca bajamos, no te haré daño
- Sabes que no es por eso.
- Bueno, si no hay nada oscuro en tu mente sube y te prometo que no haremos más que ver lo quiero que veas.
- Esta bien...

Subieron en el ascensor, sin hablar ni una palabra.Luisana abrió la puerta de su casa. Y lo dirigió al balcón.
- Me di cuenta hace unos instantes que el sol ya se iba a ir. Así que necesito que veas esto. Toma- le dio una copa y le acercó un cigarrillo- Esto lo solía hacer mi papá todas las tardes cuando estaba yo en casa... me llamaba con urgencia y me decía que mi regalo se iba ir pronto.
- ¿Me estás regalando esto?
- Si, en parte. Pero el regalo es compartido. Mi papá decía que un atardecer es más completo cuando lo compartes con la persona que quieres.
- Es una vista hermosa...
- ¿A qué olerá un atardecer?
- Depende a lo que huela la persona que quieres- hubo un silencio y unas miradas
- Tu hueles a magia y a vino con cigarrillo- dijo Luisana
- Tu hueles a locura y a florecitas de vestido corto

Al irse definitivamente el sol, ellos ya estaban un poco ebrios del vino y saturados de deseo. La calle oscureció de repente, producto de las habituales fallas de electricidad de la zona. Luisana sabía el tiempo que se demorarían en arreglar la falla, así que no demoró en quitarse la ropa y arrancar la de Gustavo y allí mismo en el balcón hicieron el amor.


El resto de los trabajos en el taller de Gustavo, se hacían más diversos. Entre lecciones, silencios espaciosos, vino, comida, películas en dvd y sexo. Ella cada día ocupaba menos su apartamento, iba sólo para buscar algo de ropa y quitar el polvo del balcón. Y para estar sola de vez en cuando admirando el atardecer.

Era una reina en medio de ese universo de materiales, olores, sabores e imágenes. No tenía tiempo de pensar si era feliz o no. Sólo se dejaba llevar por el romance que tenía con su maestro, que todos sabían lo inestable que era. A veces despertaba sola en su cama, y pensaba su era un sueño, hasta que veía a Gustavo sin camisa sirviéndole el desayuno.

Su vida la transcurría como un ser inherte, que respondía a los anhelos de aquel hombre mayor, que llenaba su vida de ganancias, fama, dinero y prestigio. El amor no era una palabra que se permitía pronunciar y sentir. Estaba como un espejismo y un sentimiento tácito, que mejor no agitaban mucho para que no diera alergia. Sumergidos en ese universo aislado, que de vez en cuando exhibían ante la gente, que los admiraban y envidiaban también. Los dignos comentarios despectivos hacia ella no faltaron, en donde le atribuían su fama a la protección de su profesor, amante y maestro Gustavo. Cosa que jamás le importó.


Un día el profesor fue enfermando poco a poco, pero para esto pasaron muchísimos años. Aún no se sabe dónde están los dos, si están juntos y si la enfermedad de Gustavo era mental o física. La gente alrededor de las galerías y museos aseguraban que él viejo anciano había botado a Luisana de su taller producto de la demencia, pero cuando éste recuperaba la noción, le pedía llorando que regresara, así la retenía de nuevo unos meses más hasta que volvían sus crisis. Otros decían que Luisana, le había sacado todo el dinero del mundo en Europa y se había marchado.Otra fuente no menos verás, pero de un gran amigo, decía que Gustavo vivía feliz con su Bella alumna ya madura y que jamás quiso saber nada del mundo.

Cualquiera de las versiones hubiera estado bien... podrían escribir algún comentario a ver cuál podría ser?

"Dedicado a mi maestro X y a mi amiga del arte Y"

FIN




1 comentario:

Julio Gutierrez dijo...

Un poco tarde, pero bueh... demándame...

En el final que se proyecta en mis retinas, Luisana, después de un tiempo, unas decenas de meses que al final se volvieron siglos, abandonó a Gustavo por un músico de cámara... un cellista berlinés que había venido a parar aquí después de jurarse que abandonaría las comodidades del primer mundo por una vida llena de sabor a ajíes latinoamericanos. Unidos por el poco español que el había aprendido en una corta gira por teatros de Madrid, y por el universal lenguaje de las sábanas, Luisana le brindó el condimento que buscaba, y ella se embriagó del vino del Rhein incesantemente...

... hasta que al final no le supo a nada más que al vidrio de las botellas. Fue cuando conoció a Leopoldo, un actor chileno, fan de García Lorca como ella. Después de escaparse con él a Valparaíso, y broncearse con el sol más inclemente del hemisferio, el sueño realizado de tener a un cartero propio que le llevara las cartas rechazadas de Neruda fue perdiendo el color día tras día...

Así podría nombrar a tantos que la deslumbraron con aquel brillo tan seductor de lo nuevo, de lo desconocido y curioso... y al final, entrada en años, y con los recuerdos vivitos en su memoria, se preguntará una y otra vez si alguno de los anteriores era ese que había buscado toda la vida, y ella sencillamente lo dejó ir, por ir tras las nóveles sensaciones que daban sentido a su existencia. Quién sabe... a lo mejor Allan no era tan malo después de todo...

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