viernes, 15 de junio de 2007

Una cita para construir parte II


Transcurrieron unos días más y no hubo más sesiones. Las evaluaciones en la academia comenzaban y estaban todos concentrados en la feria que hacían al finalizar el año. Todos sabían que en esa oportunidad el profesor Gustavo estaría en Nueva York y luego en México para cumplir compromisos y no podría estar en la feria, ni evaluar directamente los trabajos de los alumnos. Luisana, no sentía el vacío que sospechó sentir, desde que le dieron la noticia de que su profe se iría por un mes. Más bien se sintió aliviada ya que la última sesión se fue muy exhaltada del taller. Esa lejanía le permitiría de cierta manera ocuparse de otras cosas y sobre todo de Allan que tenía olvidado desde hace ya bastante tiempo. Allan comprendía muy bien sus ausencias y ya con dos años juntos se había acostumbrado a que el semestre duraba solo cuatro meses y que luego de este tiempo la disfrutaría en vacaciones al menos 15 días. Su novio era músico y comprendía la vida de los artistas desde ese otro plano cuando el estado de neurosis ataca en el momento de creación.

La pareja regresó de viaje el 15 de septiembre. Allan que preparaba la gira por Europa con su grupo, pasó unos días en casa de su novia, pues llegaba para final de año. Aún faltaban otros diez días para las inscripciones en la academia y esos días serían de ellos. Luisana al fin despidió al chico en el aeropuerto y regresó a la capital dispuesta a vivir en libertad, sola, disfrutando de los museos, conciertos, teatro y alguna que otra película rara como la llamaba Allan despectivamente, sola o con una amiga. Luisana no solía ver el periódico para la programación cultural del fin de semana. Se lanzaba al sitio sin saber, dándole chance a la causalidad que actuara y que nada, ni siquiera los asistentes, los conocidos, los artistas famosos, pudieran predisponerla en el encuentro con el mundo artístico.

Se fue con un vestido verde agua, de flores mínimas que ella misma confeccionó en la máquina vieja de su abuela Luisa. Zapatillas negras que trajo del viaje y que le quedaban muy cómodas, el cabello rojizo suelto agarrado a la mitad con una florecilla amarilla, el mismo amarillo de las flores del vestido. No se colocó perfume, solo un splash que le regalo un amiga el día de su cumpleaños en febrero.

Se fue a una exposición pidiéndole a la causalidad que le diera el regalo de ver a Gustavo como ya lo llamaba desde que fueron al mercado, en aquella ocasión... pero se reprochó la idea infantil de estar preparada para tal encuentro, pues jamás se había arreglado tanto para salir un domingo cultural. Al ver la cartelera pensó que tal vez no aparecería. Carlos Hidalgo era un pintor poco conocido, y en realidad ella dudaba mucho que una personalidad como Gustavo fuese a tal inauguración. Se decía que Carlos se había casado con Minerva Saldivar una bailarina clásica que había sido amante por muchos años del Profesor Gustavo, lo cual, al parecer había quedado muy resentido por ese desengaño, ya que Carlos era mucho menor que ella y por supuesto del Profesor.
Luisana entró al fin a la Galería, no tanto para ver el trabajo del Artista sino un poco para chismorrear un poco y enterarse de cosas, además de la idea de exhibirse ante los posibles conocidos del mundo del arte en general y lo más importante "lo que todos hacemos en estas inauguraciones fastidiosas es: tomar un buen vino o champaña y comerse todos los canapés"

Al fin entró al salón y aunque la expo haya comenzado a las 2:00 pm, llegó a las 3:30 pm cuando seguramente ya habrían llegado todos. Lo primero que encontró fue un mesonero que le dio una copa de champaña- muy barata por cierto- entró triunfante como una diva en la alfombra roja. Se le acercó una amiga, Rosa, una escultora muy extravagante que tenía el cabello de muchos colores.

- Luisana Montero. Siempre tienes venir tarde a estas cosas para que la gente te vea llegar.
- Rosa, Rosa la más maravillosa- puso la copa sobre una mesita que exponía unos manuscritos del pintor, sin importarle o fijarse de que eso no podía ser tocado, y se le lanzó en los brazos dandole un abrazo.- ¿Cómo estás mijita, donde te habías metido?
- En un hueco donde me arrepiento haber salido. ¿Y tu que haces así vestida, vas a pasear al San Ignacio? ¿Qué te ocurre? te conozco..
- Nada, que me va ha ocurrir por Dios. Quise disfrazarme un poco de niña buena. ¿Y tu que? -le revisa el cabello a su amiga-ya perdí la cuenta de los colores que tienes en ese cabello.
- Este mechón verde es nuevo. Estuve en Jamaica, ahhh, me enamore de un negro espectacular, tal vez venga el mes que viene a ver la colectiva. Por eso el verde.
- Loca.
- Y Allan, le diste libertad condicional
- Él a mi, -se ríe-esta de gira. Aproveché y me vine sola sin remordimientos de que nunca salimos para donde el quiere.

Las amigas se adentraron a la galería, saludaron algunas personas y se fueron cerca del pintor para saludarlo. Éste estaba rodeado de aduladores y pronto se alejaron. Un periodista abordó a su amiga Rosa y Luisana se quedó sola en medio de todo. Por primera vez se sentía decepcionada de haberse vestido tan bonita y no haber encontrado a quien tanto deseaba ver.

-Luisana- le tocaron el hombro por detrás, ella volteó apenas reconoció la voz. - Te vi pasar varias veces, jamás me imagine que estuvieses metida en ese vestido.
- Cómo estás... Al parece mi vestido ha causado reacciones. ¿Cómo te fue?
- Bueno digamos que normal, entrevistas, trabajos, visitas a artistas de allá, reencuentros con otros de aquí y bueno lo más fastidioso supervisar el montaje para la exposición de enero.
- No pensé verte aquí, hoy. En esta exposición.
- Bueno vine con Arturo Sánchez, él no se pierde estas cosas. Además no nos veíamos desde hace un año y lo vine acompañar.
- Es bueno verte- Hubo un silencio y un intercambio de miradas, que habría durado más de cinco segundos.
- Tengo unas ganas inmensas de escaparme de este sitio
- ¿Necesitas compañía? Me quería ir cuando llegué pero no tuve el valor.
- Bueno, ahora tenemos la excusa perfecta. Venden un café excelente al frente, en el Museo de Ciencias. ¿Vamos?
- No es el mejor del mundo, pero en estos momentos lo podría ser ,debido a nuestra urgencia. Vámonos antes que alguien nos lo impida.
Pasaron horas sentados en aquella mesa del café. No solamente fueron uno sino casi cuatro cafés. Rodeado de risas, experiencias y muchas miradas silenciosas. La tarde cayó antes de las siete y sólo se levantaron cuando el encargado les advirtió que cerrarían en unos minutos. Por un momento a Luisana le entristeció la idea de despegarse del profesor hasta quién sabe cuanto tiempo. Era como si hubiese vuelto a las clases en su taller, donde pasaban días enteros trabajando. Sólo que esta vez, se habían reunido para charlar cosa que casi nunca hacían. Y por primera vez habían sentido una cierta familiaridad el uno con el otro. Ahora si la inquietud atormentaba a Luisana y lo único que verdaderamente quería era huir de la posible cola hasta su casa ofrecida por el profesor, cuando ya era de noche y toda la ciudad estaba solitaria.

- Cómo te vas hasta su casa.
- Ah, mi chofer viene en camino- excusa en tono de broma que Gustavo captó en seguida
-Entiendo. Me quedo contigo hasta que tomes el taxi. Esto es muy peligroso a esta hora.
- Gracias por entender. Pero tranquilo, estoy acostumbrada a estar sola por aquí.
- Cuídate. Estamos hablando.

Gustavo se despidió por primera vez con un beso seguido de un abrazo. Luisana experimentó tantas sensaciones encontradas que perdió la cuenta cuándo comenzó el miedo y en que momento terminó la alegría, o si realmente sintió protección o exitación. Lo que si la llenó de mucha ira fue cuando al tomar el taxi, pensó que pudo haber estado de copiloto en el carro del profesor. Sintiéndolo más de cerca y pasado mucho más tiempo con él. Pensó lo estúpida que fue al rechazar la cola de Gustavo hasta la puerta de su casa y comenzó a pasar la película en su mente de qué hubiera pasado si esa situación se da. Estuvieran quizá acostados en su cama, desnudos bajo la sábana.

Respiró hondo y al terminar su cuento mental se sintió mejor y pensó que la decisión que tomó fue la más acertada.

(fin de la parte II)

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